Es interesante imaginar los escenarios del poder que se constituirán a partir del realineamiento que se producirá luego de las próximas elecciones. Pero más desafiante aún es hacerlo en una visión más comprehensiva de las relaciones del nuevo gobierno y una sociedad que ya no será la misma.

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Columnas y análisis. Por Jorge Jauri

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Los escenarios próximos e inevitables

20.Feb.2018

Es interesante imaginar los escenarios del poder que se constituirán a partir del realineamiento que se producirá luego de las próximas elecciones. Pero más desafiante aún es hacerlo en una visión más comprehensiva de las relaciones del nuevo gobierno y una sociedad que ya no será la misma.

Las últimas encuestas de preferencia electoral de octubre y noviembre pasado terminaron de precisar que luego de quince años seguramente el país se desprenderá de la lápida de las mayorías legislativas absolutas. Y a partir de esa realidad no cuesta mucho imaginar un desencadenamiento de realidades internas de la administración del Estado, pero también de variantes importantes en las relaciones entre ese Estado y una sociedad diferente. No hay que extenderse mucho en las cifras y realidades. Es suficiente saber que hoy hay un tercio del electorado móvil, sin definiciones, cuando cinco años atrás esa movilidad presunta sumaba sólo un cuarto del electorado.  A nivel de representación social, las encuestas están sugiriendo que los ciudadanos no sólo han cambiado sus vínculos con los tradicionales órganos de representación –corporaciones empresariales y sindicatos-, sino que parecen no estar dispuestos a ceder sus soberanías individuales nunca más.  Al menos con el irresponsable desprendimiento de los últimos tiempos…

Esa tensión siempre tan vital entre Estado y Sociedad se desarrollará, además, en un contexto de vínculo del país con el exterior en el cual la suma de desafíos y exigencias será totalmente diferente a aquellas más o menos manejables veinte años atrás cuando era relativamente cómodo moverse comercial o políticamente en el seno de los organismos y normas multilaterales.

Nuevas tensiones

En suma, un país tensionado al extremo en sus relaciones internas, enfrentado a un mundo en movimiento acelerado, sin seguridades mínimas para países que no tienen resueltas esas relaciones básicas del Estado con sus ciudadanos, imposibilitado en tanto de afrontar desde amplios y fundados consensos los nuevos y agresivos desafíos a los que se expondrá. También es redundante explicar porque, el mero aumento del principal precio de la economía, la tasa de interés, ya está reestructurando los flujos del capital sin que las normativas locales tengan capacidad de manejarlos a través del alicaído poder de los bancos centrales para defender las monedas y el valor del salario , el segundo precio más importante de la economía.

¿Que se nos está ofreciendo desde la política?

No sólo es  el tercio móvil de indefinidos electoralmente sino  que el resto de los ciudadanos agrupados en esa nueva sociedad  estamos observando las enormes dificultades que tienen nuestros representantes actuales para acomodarse a esos cambios. Exigidos todavía  al mínimo, ni los partidos ni la institucionalidad  social actual están situándose frente a las nuevas emergencias con aquella mínima credibilidad que ostentaban hasta hace muy poco. De por si esa percepción genera demasiado inseguridad para la sociedad emergente pero desvalida. Ello genera en la base social reacciones inusuales de agresividad e intolerancia.

Es patético observar los esfuerzos de los dirigentes políticos y sociales para reestructurar sus mensajes a la ciudadanía frente a cada uno de los desafíos que ya comienzan a adelanar ese escenario próximo.  No es que sólo el que oficialismo, por ejemplo, se muestre ante la sociedad como una enorme agrupación de insuficiencias e impericias, también es patética la respuesta de esa sociedad en movimiento  cuando sus ocasionales lideres tienen que hacer algo más que exigir soluciones de la política que, saben,  no serán en el mejor de los casos más paliativos  tan escasos como  distorsivos.

Asomados a estas realidades, centenares de miles de uruguayos  estamos  aguardando algo que, sabemos, deber surgir de nuestras más íntimas soberanías individuales, pero que en algún momento debe articularse con cambios rápidos e insoslayables  en el escenario de la política.

Desde esos nuevos bastiones ciudadanos más empoderados en la comprensión de nuestros roles en una sociedad más democrática y abierta estamos comenzando a incursionar en nuevas prácticas sociales. En orden de importancia, por ejemplo:

·       La comprensión práctica de  esa idea de liquidez  que hasta ahora leíamos con un lejano interés intelectual en los textos de Bauman, tanto como comenzamos a comprender en la asunción plena de esa movilidad continúa la inevitable utilidad de la libertad.  Eso  nos imprime una sensación de desasosiego y malestar. Pero también nos dota de una convicción de poder individual increíblemente rico en su capacidad de cuestionar las insuficiencias de una vieja cultura en la cual, también, hasta ahora nos sentíamos demasiado cómodos. Comenzamos a pensar…

·       La expresión de la duda y la desconfianza con nuestros representantes va a llegar en poco a niveles críticos. Nuestros cambios y demandas con nosotros mismos en primer lugar y con nuestros representantes está adquiriendo niveles dramáticos. La fuga hacia el consumo ya no nos alcanza. La reivindicación de los “derechos humanos” en el viejo argot ha sido sustituida por la del derecho de los ciudadanos. La idea señera de la igualdad ha sido hecha trizas por la mera aproximación a la realidad, a la verdad.  Ahora comenzamos a darnos cuenta que la oferta de valores tradicionales ya es o demasiado mala o francamente insuficiente. Los lugares comunes de la cultura latinoamericana y la del pensamiento nacionalista, sencillamente nos espantan. Es tan difícil de comprender como de aceptar vivir en ese proceso inevitablemente hiperdinámico  la incomodidad de la libertad y la apertura.

·       Más activos y empoderados, desde la individualidad recreada pero sintiéndonos integrantes de un colectivo social diferente nos sentimos capaces de discutir de igual a igual quienes nos comienzan a ofrecer alternativas de representación política que, para ser oídas siquiera, van a tener que encuadrarse en cambios valientes, esos que van a desbordar fronteras partidarias tradicionales, desde los cuales también se deberá respetar de otra manera a esta nueva ciudadanía que se está forjando.

·       En principio y ante todo, unos y otros estamos demandando, con nosotros mismos y desde allí hacia el Esado y nuestros representantes otro apego ala verdad, otros diagnósticos de la realidad y, sobre todo, estamos demandando una nueva utilidad de la gestión, la que demandará inevitablemente a cambios culturales y del pensamiento dominante cuyo tempo ya no se medirá en los dilatados plazos de la vieja historia nacional.