El primero de los cambios que inducirá la presencia de Ernesto Talvi en el escenario actual es introducir en el debate electoral sorpresas frente a las cuales el sistema político no se siente cómodo: diagnósticos y políticas públicas precisas fundadas en el crecimiento del capital humano, la promesa de una discusión de ideas, desprovista de agravios y sin recurrencia a la sempiterna e imposible discusión del mejor pasad" /> Talvi: la potencia del liberalismo inédito en Uruguay - Paramus / Columnistas - Montevideo Portal
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Columnas y análisis. Por Jorge Jauri

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Talvi: la potencia del liberalismo inédito en Uruguay

20.Ago.2018

El primero de los cambios que inducirá la presencia de Ernesto Talvi en el escenario actual es introducir en el debate electoral sorpresas frente a las cuales el sistema político no se siente cómodo: diagnósticos y políticas públicas precisas fundadas en el crecimiento del capital humano, la promesa de una discusión de ideas, desprovista de agravios y sin recurrencia a la sempiterna e imposible discusión del mejor pasad

En orden práctico, la primera consecuencia es reordenar la hipótesis de resultado electoral próximo: por ejemplo la de arriesgar un nuevo triunfo del Frente Amplio en primera vuelta  vía consolidación del tope electoral del PN de no mediar acuerdos en el espectro opositor, demasiado imprevisibles por ahora.

              Seguramente no voy a poder  votar a Ernesto Talvi en el Partido Colorado;  a no ser que el sacudón en la política sea tal que la suma de hechos  en el curso del próximo año conformen  una oferta electoral que más allá del diseño final de las listas partidarias,  impactado de tal manera por la presencia de Talvi en la política sea tan significativo que obligue  al sistema político a repensarse como instrumento de representación ciudadana real incluyendo nuevas coaliciones también imprevisibles por ahora. Coaliciones o Frentes  populares de objetivos precisos capaces de estructurar mayorías amplias limitadas temporales al cumplimiento de esos objetivos.

              Si  ello y sus efectos en cadena se produjeran adheriría a ese intento sin renuncia alguna a mis  principios e historia,  sino todo lo contrario.  Lo haría agradecido porque se estaría conformado lo que en estas tres últimas elecciones he esperado sin éxito: la aproximación útil de la sociedad y el Estado en un contexto de ideas y proyectos impostergables.

              Hasta su presentación 14 agosto y sobre todo antes de oír  muy atentamente las respuestas de Talvi a inquisitorias nuevas de periodistas avezados, yo venía rumiando  y consultando diferentes hipótesis respecto a cómo utilizar las próximas elecciones para que la desacreditada democracia recobrara esa función de utilidad única:  vincular el ejercicio de la política a la verdad respetando los límites del derecho,  las libertades y, el “etho” natural, tenaz y perseverante de la especie: su ambición por mejorar desde la más íntima comunión con uno mismo para,  luego,  contribuir en lo que fuera posible a socializar ese eventual hallazgo. Menuda utopía en el Uruguay de hoy,  por cierto.

              El andamiaje electoral en construcción hasta ahora tiene tal previsibilidad que sugería una nueva elección con renovación de créditos sin contrapartidas  nuevas a nuestros futuros representantes. Cuando digo previsibilidad de la oferta me refiero a lemas y sublemas, a tipos de precandidaturas, pero esencialmente a previsibilidad de las señales que van vertiéndose hacia la conformación de la oferta electoral por defecto: los programas políticamente correctos.

              Andamiaje de los mismos lemas, reiteración cansina de actores y una evidente lejanía a acuerdos intrapartidarias con formato y contratos de nuevas coaliciones potentes y sostenibles.  O sea, todo servido “al plato” en lemas constituidos  y luego, una muy baja expectativa de acuerdos inexcusables para cumplir programas inducidos desde diagnósticos de tiendas de campaña. Los programas en forja… otro previsible coctel de deseos preparados para no separarse mucho de la identidad histórica de los lemas o desde lo que suponen los políticos es la aceptación media de la ciudadanía.

Desde la demanda

Empero, la dialéctica funciona: la sociedad, los electores, no son indiferentes ante tanto desencuentro, inepcia y egoísmos. Responden las encuetas con una lejanía impresionante de entusiasmo. Esa resignada   anomia, hasta ahora era indicada por los mayores índices de desinterés político que haya ostentado el país en su historia. La aguja no se mueve como no sea por efectos del rechazo.

En el mejor de los casos, lo nuevo es una expresión negativa: el Frente Amplio perdería  las elecciones como fruto de sus incompetencias. La oposición se contenta con ganar sin idea de cómo revolverse consigo misma; se mueve torpemente, confusa,  aislada en una suma de poderes que la cercarán social y corporativamente en cuanto comience a ensayar cambios sobre los cuales talentean sus dirigentes. No habrá contratos de exigencia programática simplemente porque ese programa hoy por hoy es en su eventual suma de acuerdos políticamente correctos, algo similar al de la concertación programática de la postdictadura: una salida de corto plazo, de compromiso, insostenible y probablemente tan inútil como la mayoría de aquellos acuerdos del 85-86.

Novedad y efectos de la aparición de Talvi

Primera: la subversión del Partido Colorado.  Talvi no tenía alternativa práctica para proyectarse como no fuera desde un Partido ideológicamente desvencijado. Lugar elativamente comprensible desde la real política. Integración agresiva,  condicionado a la aceptación de cambios frente a los cuales cruje no sólo la institucionalidad del Partido sino el principio filosófico que lo ha caracterizado históricamente. El liberalismo es una filosofía de amplio espectro, pero no acepta la redistribución de la riqueza y la propiedad como principio virtuoso, como razón de utilidad ni tiene instrumentos para practicarla a no ser en el margen de políticas de justicia obligatorias.  La proposición legitimadora de Rawls en sus Principios de Justicia de conciliación con el asistencialismo en las condiciones originales ha sido seductora pero en definitiva, se ha demostrado impracticable si el liberalismo no provoca otros cambios relevantes en el mercado y el Estado. La diferenciación que provoca la libertad es inevitable y los ciudadanos deben saberlo y prepararse a tales efectos. Contando con ayudas puntuales y muy profesionales, la sociedad debe imponer sus contrapartidas en la búsqueda de equilibrios mayores.

Talvi utilizará el lema contrariando en el fondo, principios históricos sobre los cuales en épocas tan diferentes, se construyó la hegemonía batllista, el desarrollismo y ahora el populismo rampante. Principios que en la teoría liberal  se identifican  como trabas al desarrollo pleno y siempre serán una amenaza a la libertad. El privilegio y hegemonía del Estado, la multiplicación infinita de derechos, por ejemplo. No  habrá que contrariar explícitamente tales principios  porque  su vieja expresión ya ha sido derrotada o licuada por la realidad, parece decir Talvi.

Y le agrega la gran novedad: la singular respuesta a los problemas de seguridad y la educación. Enlazadas desde el diagnóstico las políticas de seguridad y la educación, integradas,  deberán tener diseños completamente diferentes a los actuales. La de seguridad exige el aislamiento del narcotráfico para  combatirlo  desde un organismo especializado y autónomo del Poder Ejecutivo, basado en la inteligencia y medios bélicos, remitido en sus responsabilidades a la Asamblea General. Lo demás deberá surgir de otra estructura educativa en la cual se verifiquen realmente las “contraprestaciones” que la sociedad debe integrar a su relación de tensión con el Estado. La propuesta se basa en la inteligencia de la gente y una recomposición de los núcleos familiares basadas en la comprensión del valor moral y práctico de la coinversión en educación. Esos 136 liceos –multiplicación de la experiencia en curso- deberán ser algo más que núcleos de recepción de los marginados. Su objetivo excede el logro de la excelencia  curricular. Deberán ser, esencialmente, fermentos de formación ciudadana basada en los estímulos a la recomposición de la primera Institución: la familia.

Mucho para una columna de costosa lectura, verdad? Entre otras cosas porque aún nos debemos un debate sobre esa demanda tan subyacente como reprimida sobre la libertad a secas. Ahora quizás, esa demanda, tan postergada -particularmente en ese core fuerte de los ciudadanos honestos al decir de Seregni-,  debe ser satisfecha en el marco práctico de cada medida de política.  Ojala Talvi tenga razón y los uruguayos aún podamos discutir fundamentos casi prohibidos hasta ahora, desde la tolerancia y la inteligencia de la gente.