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Políticamente incorrecto

Políticamente incorrecto

La columna de Álvaro Ahunchain

Sobre el autor

Nací en 1962. Dirijo Ahunchain Comunicación y asesoro en esta materia a empresas privadas y públicas y partidos políticos. Soy dramaturgo y director teatral, con piezas editadas en España, Francia y Estados Unidos y estrenadas en Argentina, Chile, Venezuela, El Salvador, México, España y Alemania. Ocasionalmente he producido y dirigido televisión. Ejerzo la docencia en la Universidad Católica, el CLAEH y la Escuela del Actor. Facebook: Alvaro Ahunchain Twitter: @alvaroahunchain

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TV digital: peleando por un caballo

24.Oct.2013

El proceso de asignación de nuevos canales de televisión digital fue en sí mismo un reality show. Cuando las autoridades insisten en atribuir intencionalidad a la prensa opositora y su supuesta manipulación de las noticias, deberían observarse a sí mismas: en este caso, distintos integrantes del gobierno no dudaron en hacer públicas sus discrepancias entre sí a la hora de optar por las propuestas de Consorcio Giro y Pop TV.

El presidente Mujica dijo una cosa, el Frente Líber Seregni dijo otra, y la opinión pública fue mudo testigo del enfrentamiento de dos “hinchadas”. Lo lógico y esperable hubiera sido que las comprensibles desavenencias del gobierno se hubiesen manejado de manera reservada, pero a la hora de marcar diferencias, los distintos sectores del Frente eligen la disonancia explícita, tal vez como forma de delinear perfiles en su siempre cambiante interna electoral. Todo, incluso el intento ilegal de otorgar una señal más de las previstas o el de que los dos oferentes se asociaran, fue divulgado públicamente, de la misma forma que los participantes de “Gran Hermano” se prestan a que las cámaras los exhiban duchándose o sentados en el inodoro.
Si bien es comprensible que un gobierno cambie de idea en un proceso de este tipo, hay que destacar el sorprendente nivel de amateurismo que demostró en lo que hace al manejo de la información, similar al que evidenció cuando hizo los primeros anuncios de la ley de liberalización de la marihuana, cuando cada integrante del elenco gubernamental aportaba detalles distintos y contradictorios sobre su implementación.

Como siempre, las redes sociales explotaron en comentarios sectarios. En el reality Giro versus Pop, hubo refriegas diversas, y cuando todo culminó, no faltó el botijeo de un barrabrava partidario de los triunfadores, contra los derrotados, a quienes calificó como “chetos terrajas”.

Me siento en la obligación de decir que no entiendo tanta alharaca por este llamado. El gobierno habilita nuevas señales como si esto fuera importante, cuando internet permite que cualquier persona produzca sus propios contenidos audiovisuales y los haga llegar al mundo entero. Alcanza con mirar la vidriera de cualquier casa de electrodomésticos para enterarse de que los nuevos aparatos de televisión permiten mirar canales de Youtube o transmisiones en streaming con la misma calidad y en igualdad de condiciones con que se emiten las señales formalmente establecidas. ¿A qué viene entonces tanto escándalo, si en el futuro inmediato, cualquier empresa va a poder generar y transmitir sus propios contenidos a todos los hogares, sin pasar por la bendición de un gobierno? Pasa lo mismo con la famosa Ley de Servicios Audiovisuales. Sus impulsores imponen un montón de condiciones a los canales de televisión, que tienen que producir más, que tienen que emitir menos publicidad, pero no exigen nada a los sitios de internet que llegan a todos los hogares, por la sencilla razón de que no hay cómo controlarlos sin incurrir en la censura lisa y llana, a lo China.

A nivel global asistimos a un proceso de atomización de las señales televisivas abiertas y multiplicación geométrica de los contenidos audiovisuales para internet. Antes, los tres canales privados sumaban niveles de cobertura superiores al 90% del público. Hoy la realidad es muy diferente. La audiencia de la televisión  abierta decrece en cantidad y tiende a concentrarse en los niveles socioculturales más bajos: esto explica la proliferación de contenidos de inferior calidad, que responden a la demanda de esos públicos menos instruidos. No es casual que dichos segmentos sean los que tienen menos acceso a internet, si bien en nuestro país una política cultural de alto impacto, como lo es el Plan Ceibal, está revirtiendo felizmente esa realidad.

Lo que todos se preguntan —y los permisarios de los canales 4, 10 y 12 fueron los primeros en hacerlo— es si hay mercado publicitario en Uruguay para sustentar más señales de las que ya existen. Si la misma torta se divide en más pedazos, por favor que alguien me explique de dónde van a salir los recursos para producir más y mejor televisión nacional. En un mercado limitado como el nuestro, la salida de este corral de ramas no puede estar en habilitar más emprendimientos onerosos, de dudosa rentabilidad futura, sino en la generación de productoras eficientes, de costos controlados, que desarrollen contenidos creativos y competitivos para el mercado internacional. No otra fue la realidad de las empresas audiovisuales que ganaron espacio en la producción de piezas publicitarias para el extranjero, y que constituyeron uno de los pocos rubros que crecieron incluso en plena debacle económica del 2002.

En la actualidad, internet es el medio natural para la libre circulación de contenidos, que si son buenos o sorprendentes, se viralizan a extremos nunca antes imaginados. La convergencia inminente de las señales televisivas con internet pone a los canales tradicionales en riesgo de obsolescencia. En un futuro no lejano, solo sobrevivirán aquellos que respondan con inteligencia al desafío de la comunicación multiplataforma, optimizando costos y multiplicando ideas.

Un buen ejemplo es la serie “Tiranos temblad”, un resumen semanal de noticias uruguayas aparecidas en Youtube, que Agustín Ferrando edita y sonoriza de manera casera, con gran ingenio. Algunos de sus capítulos superan las 50.000 vistas en esa red social, lo que equivale a cuatro puntos de rating de la televisión abierta, más del que ostentan muchos de sus programas costosamente producidos. Otro caso a destacar es el de la saga “Hola, soy Germán”, que produce en solitario un joven humorista chileno todas las semanas, las sube a Youtube y alcanza una audiencia mundial de más de cinco millones de espectadores en cada capítulo.

 

Es que la existencia de un medio de comunicación, en el mundo de hoy, no la decide un gobierno por decreto. Depende simplemente de que ese medio sea capaz de encontrar su propio público y satisfacer sus demandas con eficiencia y calidad. Y para eso ya no hace falta tener un lugar en la canalera. La sonada pelea por las señales de televisión digital en nuestro país, se asemeja a competir por la posesión de un caballo en plena era del automóvil.