Montevideo PortalColumnistas
¿Y por qué no?

¿Y por qué no?

Opinión, enfoques, aportes - Jana Rodriguez Hertz

Sobre el autor

Doctora en Matemática. Grado 5 en Facultad de Ingeniería UdelaR. Investigadora Nivel 2 SNI. Más en twitter: @janarhertz

Más columnistas

imagen del contenido Escribe Esteban Valenti
Como la realidad no es abstracta, sino concreta, vuelvo a un lugar que pinta la situación de zonas enteras de la capital y el país.
imagen del contenido Escribe Pablo Mieres
imagen del contenido Escribe Gerardo Sotelo
Fiel a uno de los más acendrados mitos económicos, Topolansky llamó a comprar productos "que den trabajo a los uruguayos".
imagen del contenido Escribe Carlos Pignataro
Entramos en una nueva era y únicamente las marcas que sepan adaptarse estarán preparadas para el futuro.

¿Esto para qué sirve?

30.Sep.2015

La importancia del tedio y la frustración en el aprendizaje

El otro día, en una reunión de la Comisión de Enseñanza de mi instituto, surgió el tema de que los jóvenes no aprenden los contenidos de las materias porque los docentes no sabemos comunicar para qué sirven. Antes de seguir escribiendo, quiero dejar asentado que, en efecto, probablemente la mayoría de nosotros, los docentes, no sepamos transmitir las aplicaciones de los conceptos que manejamos. Pero me quedé pensando en ese principio que se repite como si fuera indiscutible “el estudiante no aprende porque no visualiza la utilidad del concepto”. ¿Es realmente así?

Ningún niño pregunta para qué sirve jugar al fútbol, o tomar helados. Nadie pregunta para qué sirve escuchar un tema musical que le gusta. No vemos que los chicos pregunten para qué sirve leer Harry Potter; en cambio, la mayoría sí lo hace cuando tiene que leer El lazarillo de Tormes, o incluso el maravilloso Don Quijote. Resulta difícil imaginar dos amantes en pleno encuentro amoroso preguntarse “che, esto que estamos haciendo, ¿para qué sirve?”

En mi experiencia vital cuando un joven o adulto pregunta, durante un proceso, especialmente de aprendizaje o conocimiento, para qué sirve algo, en general no es porque le interese particularmente su utilidad, sino porque está expresando que el proceso lo está aburriendo. La pregunta, en realidad, sería “¿cuál es la luz al final del túnel, para qué tengo que soportar todo esto?”

Hay, para mí, dos temas que son significativos e interdependientes en este eje de discusión.

 

Una primera aproximación, siguiendo el hilo del párrafo anterior, es la siguiente: una razón por la cual los alumnos no aprenden determinados conceptos, no es necesariamente porque los docentes no sepamos mostrarles su utilidad, sino porque no logramos que el proceso de aprendizaje sea lo suficientemente placentero o desafiante. Recuerdo, que en el segundo año de mi carrera cursé una materia correspondiente a tercero, Álgebra Superior, cuyos contenidos no podían estar presentados más lejanamente de toda aplicación práctica: grupos, anillos, cuerpos, dominios, estructuras algebraicas, isomorfismos. Y sin embargo, más de 25 años después, puedo recordar aquellas clases casi como si fueran hoy, simplemente porque eran para mí un desafío, eran un proceso sumamente placentero, y lo eran precisamente porque eran estructuras más abstractas que todo a lo que me había enfrentado hasta ese momento; su utilidad “en el mundo práctico” estaba lejos de visualizarse (no teníamos el fantástico ejemplo del buscador de Google en aquella época). Estoy segura de que todos podemos recordar aprendizajes que nos marcaron y que no tenían una aplicación inmediata.

Resumiendo, no es la utilidad práctica el principal motor de aprendizaje, sí lo son el placer, el desafío y sobre todo, el interés. De hecho, unos minutos de reflexión nos harán darnos cuenta de que sabemos montones de cosas que “no sirven para nada” y sin embargo, nuestro interés nos ha llevado a aprenderlas. Para algunos será cómo se llaman los hijos o la pareja de determinado jugador de futbol o actriz, qué color de vestido usó determinada artista en la alfombra roja, para otros, cómo se resuelve un sudoku, un crucigrama, o cómo se pasa de pantalla determinado videojuego. Nos sorprendería la cantidad de información inútil que hemos sido capaces de aprender, y de aprender con mucho gusto, además.

Hay, entonces, una primera autocrítica que debemos hacernos los docentes: nuestras clases muchas veces son aburridas, no generan placer, desafío, ni interés.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ilustrado por Dalí

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ilustrado por Dalí

Pero hay una segunda aproximación, que es complementaria a la primera: El tedio, el aburrimiento y la frustración también forman parte de los procesos de aprendizaje. No se trata con esto de decir que está bien hacer el proceso de enseñanza deliberada e innecesariamente aburrido, sino que hay partes del aprendizaje que indefectiblemente pasan por allí. Está bien y es refrescante que se señale que debemos generar más placer y desafío en el aula. Debemos hacerlo. Es menester oxigenar las prácticas y los contenidos docentes. Pero estaríamos engañando al alumno si le dijéramos que moviéndose sólo por el camino iluminado por su interés va a poder aprender todo lo que necesita. Para dominar dominar un arte con maestría es necesario pasar por la frustración e incluso por el tedio. Es necesario aprender a soportar horas de ambos. Ya sea que querramos aprender a hacer un encuadre fotográfico perfecto, o demostrar aquel nuevo teorema, aprender a hacer una cirugía compleja, levantar una pared a plomo, cocinar exquisiteces, tendremos que atravesar horas de práctica o lectura, o ambas. ¿Conocen un bailarín de ballet o un deportista (aunque no sea de élite) que no haya pasado por largas horas de entrenamiento?

Pienso que se habla muy poco de esta segunda aproximación al aprendizaje porque en esta época de infotainment, esto es mucho menos glamoroso. Queda mal. Un profesor que dice que el aburrimiento e incluso la frustración forman parte del aprender, pasa a ser muy poco popular. Un intelectual que lo mencione, pasa a ser alguien sin mucho brillo (sólo por curiosidad, googleen "tedio y aprendizaje", yo encontré unas pocas páginas explicando cómo evitarlo). Queda mucho mejor decir que sólo jugando podemos dominar cualquier técnica (sólo por curiosidad, googleen ahora "aprender jugando"). Sin embargo, si queremos dominar algo con maestría, tenemos que ir más allá que un juego que otro haya preparado para nosotros, si otro es capaz de preparar un juego para que aprendamos, es porque ya llegó antes, y nos lo preparó. En algún momento, para realmente aprender, precisaremos ir más allá de eso, precisaremos ponerle nuestra propia impronta al proceso y eso nos llevará a experimentar, y por lo tanto a frustrarnos, y también a practicar mucho, hasta el aburrimiento. Para realmente aprender, hay que lograr ir más allá. Si no somos capaces de enfrentar y superar esta parte menos atractiva del proceso de aprendizaje, nuestro abanico de intereses quedaría muy disminuido, probablemente a no mucho más que las informaciones inútiles que enumeré más arriba. Educaríamos generaciones incapaces de disfrutar El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, simplemente porque serían incapaces de leerlo. Convergiríamos a una sociedad imposibilitada para profundizar, para nutrirse, moviéndose sólo por un interés inmediato y superficial. Del mismo modo que alguien que comiera desde niño sólo lo que le gusta, llegaría probablemente a la vida adulta comiendo sólo chocolate y papas fritas (¡y nadie está diciendo que haya que sacarlos de la dieta!) y sería incapaz de disfrutar platos más nutritivos y gustos más sofisticados.

Aprender a lidiar con el tedio y la frustración es un arte, un arte que debemos aprender, y también enseñar. Pero es un arte que nos ampliará las posibilidades, a su vez, de nuevos placeres, desafíos e intereses, y abrirá de este modo la puerta a más profundos aprendizajes.

 



Más artículos de ¿Y por qué no?

17.Abr.2018Facebook, Orwell y mi purgatorio adolescente

11.Abr.2017Textos y contextos

05.Dic.2016De acá a la China

27.Mar.2016El cuarto partido de go y lo mejor de nosotros

26.Abr.2015El tipo destructivo