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Sobre el autor

Daniel Caggiani nació en Montevideo el 20 de julio de 1983. Pertenece al MLN y es diputado por el MPP — Frente Amplio.

Integra la comisión de Transporte, Comunicaciones y Obras Públicas y la Especial con Fines Legislativos de Asuntos Municipales y Descentralización de la Cámara de Diputados. Miembro y Presidente del Parlamento de Mercosur.

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El trabajo del futuro en el MERCOSUR

23.May.2019

La Organización Internacional del Trabajo, al largo de los últimos 100 años, acompañó a todos los cambios de la dinámica de las relaciones de trabajo, el desarrollo de la industrialización, los cambios productivos en el campo, el surgimiento de nuevas herramientas de trabajo, de transporte y de la comunicación así como el descubrimiento de nuevas fuentes de energía.

El Futuro del Trabajo fue elegido como tema de su centenario y, desde una perspectiva propositiva, se viene planteando el “Trabajo del Futuro”: Una inversión que mantiene el trabajo como componente para la construcción del futuro desde una perspectiva de desarrollo sostenible con dignidad en el marco de los pilares que constituyen la Agenda del Trabajo Decente.

Nosotros pensamos que el futuro no está escrito; sino que estará sujeto y será resultado de los esfuerzos que realicen los diferentes actores sociales y productivos, así como fundamentalmente los Estados, para proteger los sistemas productivos, los márgenes de maniobra para aplicar políticas públicas de desarrollo y de empleo decente.

La innovación tecnológica, las modificaciones de las matrices de producción, la irrupción del despliegue técnico, no son procesos que solamente estemos visualizando ahora. Han estado presentes a lo largo de todo el largo ciclo de modernización del trabajo, desde la primera Revolución Industrial hasta ahora, es decir, en los últimos dos siglos del sistema capitalista. Por ende, veamos estos procesos en términos históricos.

Con relación al Trabajo del Futuro, no podemos olvidar conceptos clásicos -intemporales y que deben ser de fortalecimiento permanente y progresivo- como la negociación salarial tripartita, la defensa y expansión de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, el reconocimiento de la necesidad de formación técnica de los trabajadores, de ampliación de la frontera de la prevención de la seguridad laboral y la reducción de los riesgos y la inseguridad laboral, etc.

El Informe de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo de la OIT, publicado en el mes de enero del 2019, presenta estimaciones de las futuras transformaciones del mercado del trabajo según distintas fuentes y con enfoques variados.

El Informe trae una innovación conceptual al referirse al establecimiento de niveles mínimos de protección a los trabajadores independientemente del tipo de vínculo laboral existente. El cumplimiento de ese marco conceptual depende del compromiso ético de los empleadores y de las posibilidades de reconocimiento judicial de los vínculos laborales frente, por ejemplo a fenómenos actualmente conocidos como Gig Economy y Uberización.

El MERCOSUR ya tiene un instrumento de referencia para asegurar niveles mínimos de derechos en referencia a lo que propone la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo de la OIT. Ese instrumento es la Declaración Sociolaboral del MERCOSUR.

La Declaración Sociolaboral del MERCOSUR consolida niveles alcanzados en la dimensión social del proceso integrador afirmando los avances futuros y constantes en el campo social, considerando el cumplimiento de los principales convenios de la OIT y es resultante de años de diálogo social en el ámbito del MERCOSUR y su versión actualizada firmada por los Presidentes en el año 2015 integra el orden público internacional, sumándose al Estatuto de Ciudadanía del MERCOSUR y al Plan Estratégico de Acción Social.

El Parlamento del MERCOSUR, institución que representa la dimensión política y social del proceso de Integración, es un ámbito donde se encuentran representados los pueblos del MERCOSUR, y que además se propone a ser un espacio institucional que le brinde a los diversos actores protagonismo en la construcción del proceso de integración en un espacio de encuentro y reflexión como casa de la democracia regional.

Pensar en el trabajo también significa pensar en qué estamos usando el tiempo de la vida e ir más allá de las perspectivas deterministas sobre el trabajo del futuro pasa por opciones fundamentalmente políticas. Es decir, la política debe definir cuáles actividades deben ser ejercidas por las personas para generar bienestar y desarrollo. A partir de esas definiciones, el uso de las nuevas tecnologías puede trabajar a favor de la emancipación humana hacia un futuro más prometedor.

En ese contexto, el Parlamento del MERCOSUR cumple un importante papel para generar posibilidades de construcción política de soluciones a los actuales desafíos del mundo del trabajo a través del diálogo social con participación de sus representantes juntamente a los trabajadores y de los empleadores. En los moldes del tripartismo difundido por la OIT.

Al mismo tiempo y en medio a todos esos cambios, hay urgencias que nos conducen del futuro hacia el presente. Actualmente, aproximadamente 46 millones de personas en el mundo se encuentran en condición de esclavitud según datos de la OIT y de la ONG Walk Free Foundation (Global ndex 2018). Otros millones de trabajadores y trabajadoras viven en condiciones precarias, sin cualquier tipo de derecho asegurado. Los datos son más preocupantes cuando hacemos recortes de género, de raza, de edad, y de nivel de formación educacional.

En el ámbito regional, el trabajo no registrado y sin protección de la seguridad social, la vulneración de derechos de trabajadores, niños, migrantes asociados al trabajo forzoso, trabajo infantil y la trata de personas, el desempleo juvenil y la brecha laboral y salarial de género son desafíos que exigen acciones inmediatas a través de la concertación entre gobiernos, trabajadores, empleadores, organizaciones internacionales, parlamentos y a todos los actores que, de alguna forma, buscan la generación de mejores condiciones de vida para nuestro pueblos.

En América Latina y el Caribe tenemos entre 120 y 130 millones de personas trabajando en condiciones de informalidad, lo que representa 47,7% de los trabajadores. Se estima que un 40% de los trabajadores y sus familias no están protegidos por ningún tipo de protección social conforme el Reporte de Economía y Desarrollo "Más Habilidades para el trabajo y la vida: Los aportes de la familia, la escuela, el entorno y el mundo laboral" del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

En nuestra región hay alrededor de 1,8 millones de personas sometidas a trabajo forzoso (Estimación Mundial sobre el Trabajo Forzoso OIT (2012)).

El número de niños en situación de trabajo infantil en América Latina y el Caribe asciende a 5,7 millones según los últimos datos del Informe sobre el Convenio 182 la OIT del 2017. Se estima aproximadamente en 3.5 millones de trabajadores migrantes en nuestra región según el informe Estimaciones mundiales de la OIT sobre los trabajadores y las trabajadoras migrantes publicado en diciembre del 2018.

Según el informe Panorama Laboral 2018. América Latina y el Caribe — OIT, la tasa de desocupación juvenil triplica la de la población adulta. Uno de cada cinco jóvenes en la región busca trabajo y no lo encuentra: la tasa de desocupación promedio en los jóvenes se ubica en 19,6%. Además, la informalidad es mayor entre los jóvenes de 15 a 24 años (55,7%) que entre los adultos (44,9%).

Finalmente, para agregar el elemento estructural de la distribución funcional de los ingresos, según datos del Informe Situación Laboral en los Países del MERCOSUR del Observatorio del Mercado de Trabajo del MERCOSUR, el país que tiene mayores ingresos laborales es Uruguay, donde el ingreso medio en 2016 era de U$S 842,40, siguiendo el orden de mayor a menor; luego, sigue la Argentina con US$ 837,60 y Brasil con U$S 624, 30. Por último, se ubica Paraguay con ingresos medios de U$S 494, 70. Al desagregar la información por sexo, se advierte que en los cuatro países la brecha de ingresos por género es importante en los cuatro países. La diferencia de ingresos en Brasil entre varones y mujeres es del 36%, en Uruguay del 21,9%, en Paraguay del 17%, y en la Argentina del 8,7%.

Con base a esa realidad, una vez más, las tareas de la Organización Internacional del Trabajo, y también de los Estados Nacionales, sus Trabajadores y los Empleadores son fundamentales para darle forma y contenido a los cambios en el mundo del trabajo resultantes de los avances tecnológicos sumados a los cambios demográficos. Los fenómenos migratorios y la llamada globalización tornan más complejos los desafíos para las nuevas generaciones.

Por esa razón, esperamos acompañar a los trabajos de la próxima Conferencia Internacional del Trabajo donde posiblemente se formulará un documento de consenso sobre el Futuro del Trabajo que guiará las acciones estratégicas de los gobiernos y de los actores sociales en las próximas décadas.

Nos parece importante ser partícipes en el intercambio de informaciones, de ideas y opiniones sobre el Futuro del Trabajo así como sobre el Trabajo del Futuro desde una perspectiva regional considerando su directa relación con los aportes de la Declaración Sociolaboral del MERCOSUR con vistas a generar conocimiento sobre las oportunidades y los desafíos del uso de las nuevas tecnologías y su posibilidad de gobernanza y de regulación abarcadas por un concepto de integración y desarrollo que ofrezca dignidad y bienestar a los pueblos de la región.