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La columna de Esteban Valenti

Sobre el autor

Esteban Valenti. Periodista y coordinador de la revista Bitácora.

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La tertulia de los viernes

22.Ago.2006

Mi porción de la tertulia es los jueves. Es la parte belicosa del programa, donde la oposición y el oficialismo se enfrentan duramente, sobre casi todo.

Por Esteban Valenti (*)
Por suerte hay una cámara de televisión que registra prolijamente para los que acceden por Internet y verifica que no nos agredimos y por el contrario fuera del duro cruce de argumentos mantenemos una relación de cordialidad y diría que de amistad. Se puede discutir, polemizar y ser amigos. Doy fe.

El motivo de esta nota no es hacer la crónica de los jueves, sino de otro momento muy diferente, la tertulia de los viernes. No siempre puedo escucharla en directo, por lo tanto trato de recuperarme por Internet. Se me ha transformado en una necesidad, casi en un vicio. La pérdida de José Claudio Williman es un vacío imposible de llenar. Vendrán otros contertulios, otros enfoques, otros aportes, pero no será lo mismo. Por generación, por sensibilidad, por equilibrio y porque era un clásico.

¿Por qué escucho esa tertulia con tanta atención, yo que soy -y lo reivindico- amigo de las peleas y los choques de opiniones? Porque es un espacio representativo de un sentimiento, de una vocación de una parte importante de la sociedad uruguaya. Es un lugar de encuentro en medio de tantas tensiones, de tantas zancadillas, de tantos enfrentamientos.

No hay nada de idílico en ese instante que transmite Radio El Espectador una vez por semana. Cada uno de los participantes tiene una clara definición política incluso podríamos decir cultural y hasta filosófica, una trayectoria nítida y conocida. No hay lirismo, hay reflexión y hay un intento de mirar el país desde las cosas que nos unen, desde los espacios comunes sin abdicar de las diferencias y contradicciones.

Es un pequeño espacio que recupera aquella magia de las coincidencias democráticas en las épocas oscuras de la dictadura, donde los uruguayos reafirmábamos más fuerte que nunca nuestras propias convicciones poniéndolas al servicio de la gran causa nacional y sobre todo universal de la libertad. ¿Se acuerdan?

Es posible que la mía sea una mirada nostálgica - una más - y que no corresponda al país real del año 2006. Lo asumo. Pero los escucho con avidez, porque la novedad es que son capaces de esas miradas particulares, sin dejar de sorprendernos. Y la sorpresa esta en las sensibilidades humanas y en la profundidad del mensaje cultural. Dicho en serio, en broma, desde la anécdota, con humor y sutileza o como un mazazo desde nuestra historia, si esa historia que cada uno interpreta de manera diferente y que por lo tanto no tiene unanimidades sospechosas. Tratando siempre que sea un mensaje generoso.

Generoso no con los otros participantes, sino principalmente con el país, con el estado espiritual de los uruguayos. El tono y los debates son exigentes, no percibo el objetivo de agradar, o de congeniarse con la audiencia, es un mensaje optimista porque a pesar de todo Tornaría, Maggi y Rosencoff, son optimistas y lo era sin duda Williman.

Un optimismo reflexivo y crítico, que es el que vale, el que importa, el que impulsa a otros. Una visión positiva incluso de las contradicciones y las diferencias, no para destruir a los adversarios, o a los ocasionales contrincantes sino para sumar argumentos y observaciones y para demostrar que lo valioso es la existencia de todas esas miradas diversas, que le dan riqueza al país y a su sociedad.

Los cuatro son una buena expresión de los intelectuales uruguayos, todos con su pasado político a cuestas, sin renegar de él y sin renegar de su capacidad de pensar libremente. En esta época y en muchas latitudes donde ser intelectual es casi sinónimo de exclusión del mundo de la política, en el Uruguay la política sigue siendo una identidad valiosa para los intelectuales.

Generacionalmente -con notorias diferencias en el caso de Carmen Tornaría- vienen de lejos, pero sin embargo miran mucho más lejos, siempre se los escucha hablar del futuro y de una vocación que con raíces en la historia tiene mucho de novedad, de riesgo, de aventura, de búsqueda en lo territorios desconocidos del mañana. El futuro es siempre eso, lo contrario es sólo una apariencia de futuro, es la derrota segura del progreso.

No es un libreto, no es un ensayo, no es ficción, está sujeto naturalmente a las humanas tensiones, a los humores, a las inspiraciones y a los mal humores y eso lo hace más apetecible. Se renueva todos los viernes. Y cuando Williman desde su domicilio y por teléfono participó durante varias semanas en la Tertulia, en su Tertulia, seguíamos también su enfermedad y sus debilidades, pero también su voluntad y su entereza.

Todo el país no podría reflejarse en ese instante de generosidad y encuentro de los viernes de mañana, porque una nación son sus virtudes, sus mejores sentimientos y los otros, sus debilidades y pasiones. Nuestra historia es un buen compendio de esas tensiones.

De todas maneras seguiré esperando los viernes de mañana para escuchar como los orientales se encuentran y se respetan en sus diversidades y extrañaré el vozarrón de un profesor e historiador profundamente democrático, nacionalista y con una mirada sobre la cultura universal.

Y la seguiré escuchando porque percibo que no pretenden dirigirse a nadie, es eso, una tertulia entre uruguayos. Aquí vale una ácida frase de Onetti "El que pretende dirigirse a la humanidad, o es un tramposo o está equivocado. La pretendida comunicación se cumple o no; el autor no es responsable, cuando ella se da es por añadidura. El que quiera enviar mensajes -como se ha dicho tantas veces- que encargue la tarea a una mensajería".

(*) Periodista. Coordinador de Bitácora.

valenti@montevideo.com.uy



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