Hoy, 19 de febrero, reeditamos el siguiente artículo en homenaje a Bernardo P. Berro, al conmemorarse un nuevo aniversario de su asesinato.
Que los uruguayos tenemos mala memoria es algo generalmente reconocido. Esto se manifiesta no solamente en que olvidamos lo que pasó hace unas décadas, a veces no recordamos lo que pasó la elección anterior. El desconocimiento de nuestra historia es un mal casi tan difundido como su errónea interpretación, lo que provoca que no seamos capaces de asociar nuestras desgracias a sus verdaderas causas. A recuperar parte de nuestra memoria de país próspero está dedicado este artículo.
Don Bernardo P. Berro es uno de los presidentes de la República que no es recordado por la mayoría de la población. Gobernó nuestro país entre 1860 y 1864, recibiendo el mando de un presidente constitucional -Gabriel Pereira- y entregándoselo a otro -Atanasio Aguirre-, pese a que nuestro país se encontraba en plena guerra como consecuencia de la invasión de Venancio Flores, apoyada con armas, tropas y caballos por Argentina y Brasil. La personalidad de Berro merecería en sí todo un estudio ya que fue un principista como pensador y lo siguió siendo como gobernante. En una especie de elogio crítico dijo de él Pivel Devoto: “no era un político y la línea de su conducta, como la de todos los idealistas, era una incorruptible línea recta que no sabía adaptarse a las circunstancias”.
Pero además de su probidad, honestidad e inteligencia reconocida por toda la oposición como lo consigna la prensa de la época tal vez sea incluso más llamativa su forma de pensar. Era un liberal en el cabal sentido del término, por lo que promovió la libertad política, social y económica, siguiendo un programa coherente. “Fue el primer mandatario que manifestó admiración por el pensamiento político norteamericano, atacando la ‘galomanía’ de nuestra clase dirigente [...] Fue un individualista liberal” sentencia Barrán.
Para hacernos una idea de la época es bueno citar al diario opositor “La Discusión” que expresaba a fines de 1861: “El gobierno del señor Berro, respetuoso de la ley, liberal por ilustración y principista por convicciones, ha radicado le efectividad de las regalías que la Constitución acuerda a los habitantes del Estado. Todas las opiniones, todos los derechos y todas las industrias, encuentran en la verdad de nuestras instituciones liberales las garantías más amplias para ejercerse legítimamente”. De que los resultados económicos del gobierno de Berro fueron excelentes dan muestra todos los testimonios de la época y las escasas estadísticas disponibles, pese a la gran sequía de 1860-1862, y las pésimas condiciones internacionales guerra civil en Argentina y Estados Unidos, cierre de los mercados para el tasajo y crisis económica en Europa lo que demuestra que lo esencial para el crecimiento es lo que podemos hacer bien nosotros mismos. Sólo a modo de ejemplo de lo que pudimos haber sido, vale destacar que en este período de paz se desarrollaron métodos para la conservación de la carne sobre todo los de Oliden y Nin que fueron patentados y exportados a Inglaterra. La libertad económica y la estabilidad institucional daban sus frutos.
Queremos a continuación, señalar brevemente algunas de las principales obras de la administración Berro. La reforma comercial que estableció aranceles de 0 a 22% fue la más liberal que conoció la República; la ley de libertad bancaria fue trascendente para la economía; otra ley, la que estableció el nuevo sistema monetario nacional simplificó notablemente la contabilidad; la posibilidad de celebrar elecciones limpias (hecho único en el siglo XIX) merece ser reconocida, máxime cuando fueron derrotadas las listas afines al gobierno; la puesta en práctica de medidas efectivas contra la esclavitud que seguía tan campante pese a la prohibición legal fue un avance significativo; la defensa de la soberanía nacional y el derecho internacional fue otra característica destacada, sobre todo gracias a la obra del ministro Eduardo Acevedo; el respeto irrestricto a los derechos individuales, especialmente el de expresión y propiedad fue una característica de toda la administración; el comienzo del proceso de separación de la Iglesia y el Estado diferenciaba a nuestro país del resto del continente.
Quisimos recordar al gobierno de Berro no sólo para homenajear a quien fue uno de los mejor presidentes de nuestra historia, sino especialmente para recordar que pese a su éxito sus ideas fueron derrotadas. Unas décadas después de su gobierno, nuestro país entraría en la orgía estatista y proteccionista en la que aún hoy vivimos. En unos pocos años nuestro país perdería el rumbo. Los liberales fuimos derrotados en la batalla de las ideas, lo que después transformó la cultura y las instituciones del Uruguay hasta volverlas irreconocibles. Tanto hablar de historia tiene sentido para pensar mejor el futuro, ya que si entendemos lo que pasó tal vez podamos encontrar la forma de volver al buen camino. Vaya, entonces, esta humilde semblanza, en homenaje a la memoria y tradición del país que nos enorgullece.
Hernán Bonilla