La catarsis, aunque se suele utilizar en referencia a lo artístico, es un término que tiene su raíz en la experiencia médica. Ahora que el gobierno anunció que en el lapso de cinco años todo el sector salud funcionará con documentos electrónicos (historias clínicas digitalizadas, recetas de medicamentos digitales, tomografías o resonancias con resultados online) es importante retomar el meollo de la medicina" /> Medicina y catarsis - Filosofía y Periodismo / Columnistas - Montevideo Portal
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Columna de Facundo Ponce de León

Sobre el autor

Montevideo, 21 de agosto de 1978. Doctor en Filosofía por la Universidad Carlos III de Madrid. Licenciatura en Filosofía y en Ciencias de la Comunicación por la UDELAR. Periodista en prensa escrita (El Observador, El País, Freeway) y televisión (Vidas, Contenidos TV, Teledoce). Profesor de Antropología filosófica en la UCU. Escribió el libro "Daniele Finzi Pasca: teatro de la caricia". Investigador en la CFP. Percusionista. En 2012 fundó Mueca films junto a su hermano Juan.

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Medicina y catarsis

10.Jul.2014

La catarsis, aunque se suele utilizar en referencia a lo artístico, es un término que tiene su raíz en la experiencia médica. Ahora que el gobierno anunció que en el lapso de cinco años todo el sector salud funcionará con documentos electrónicos (historias clínicas digitalizadas, recetas de medicamentos digitales, tomografías o resonancias con resultados online) es importante retomar el meollo de la medicina

La catarsis, aunque se suele utilizar en referencia a lo artístico, es un término que tiene su raíz en la experiencia médica. Es probable que Aristóteles, quien lo introdujo para explicar lo que nos sucede frente a una acción teatral, haya aprendido el término de su padre, doctor de la corte del Rey Amintas III de Macedonia. Ahora que el gobierno anunció que en el lapso de cinco años todo el sector salud funcionará con documentos electrónicos (historias clínicas digitalizadas, recetas de medicamentos digitales, tomografías o resonancias con resultados online) es importante retomar el meollo de la medicina. Que es parecido al del arte.

En primer lugar debemos referir al diagnóstico, término que a pesar de los incuestionables avances médicos a lo largo de los siglos, mantiene elementos idénticos desde Hipócrates. Lo primero que debe hacer un médico frente a un paciente es escucharlo. Y lo que hace el paciente es contar una historia, dicho esto sin rastro de poesía. El enfermo debe narrarse para que el médico pueda curarlo. Cuanto más el paciente sepa hilvanar los sucesos que lo llevaron al consultorio, más efectiva será la tarea del médico, la catarsis, la purgación del mal.

¿Cuándo fue la primera vez que se despertó con dolor en la noche? ¿Qué comió ese día? ¿Hizo algún esfuerzo físico antes de sentir la puntada en la espalda? ¿Algo lo ha tenido turbado durante las últimas semanas y ha acelerado el ritmo cardíaco? De este diálogo toma el médico los elementos para construir un plan. Pero este proceso puede fallar y no es difícil imaginar o recordar esta experiencia. Se acumulan páginas en el historial, pruebas de orina, muestras de sangre, médicos y aprendices que escuchan al paciente, lo tocan, le vuelven a preguntar, le piden un esfuerzo de memoria: un pariente que haya sufrido tal o cual síntoma y él no recuerda, una vacuna que podría haberse dado pero olvidó.

De repente, uno de los tantos doctores, quizás el más desobediente a los protocolos, quizás el más atento a ellos, acierta el diagnóstico. Y funciona. Todo cambia. La salud no volvió aún al paciente, pero ya no se siente más enfermo. Ése instante es catártico. Desde el punto de vista físico todo sigue igual, pero simbólicamente todo ha mejorado. El diagnóstico ordena la disposición de todos los elementos en la trama. Y no se produjo tanto por un conocimiento profesional del doctor sino por un conocimiento que supo enlazarse con la historia de un paciente. La capacidad de acertar un diagnóstico no es sólo racional, es más, excede toda racionalidad.

Si el diagnóstico es un acierto no es porque porta una verdad profesional e indiscutible sino porque porta una catarsis sanadora, enlazada a la comprensión de la situación personal de un paciente. Pero esta comprensión falla y cambia. Hoy se prohíbe el té para las úlceras que se recetaba hace apenas 40 años. Los médicos han creído, sobre todo en los últimos 300 años, que tienen un conocimiento absoluto de la verdad. Pero no lo tienen. El buen diagnóstico sana porque produce catarsis en un ser enfermo, no porque descubre una verdad absoluta. Y en la catarsis actúa la naturaleza.

En palabras del médico polaco Andrzej Szczeklik: "Antes que nada no hacer daño. El médico debe ser ayudante de la Naturaleza, y no su maestro; debe ser minister y no magíster naturae. Los hipocráticos sabían que la crisis de una enfermedad viene acompañada de sudores, diarreas, vómitos, supuración, catarro, expectoración, hemorragias y flujos. Interpretaban estos síntomas como una prueba de que el organismo dispone de fuerzas naturales purificadoras capaces de restablecer el equilibrio humoral que determina la salud."

Cámbiese el sudor por la ansiedad; las diarreas por el temor; los vómitos por la risa; la supuración por el llanto; el catarro por la expectativa; las hemorragias por las carcajadas y los flujos por la conmiseración y habremos pasado a la catarsis en el terreno del arte.

La purificación o purgación, en cuanto operación medicinal, consiste en aligerar el cuerpo de humores pesados, de cosas indigestas, volviendo al organismo a ese funcionamiento normal en que nada se nota, en que uno se siente ligero, sutil, ágil. En el terreno del arte consiste justamente en aligerar las pasiones, en asistir a la representación artística para liberar pasiones que nos desvuelvan a la realidad más ligeros, más animados y menos enredados con la realidad.



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