Montevideo PortalColumnistas
Zoom Politikon

Zoom Politikon

Columnas de Daniel Chasquetti

Sobre el autor

Autor: Doctor en Ciencia Política.
Profesor del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

Más columnistas

imagen del contenido Escribe Gerardo Sotelo
Suponer que sacando las armas se pacifica el país es como suponer que prohibiendo las drogas se evita las adicciones
imagen del contenido Escribe Ana Jerozolimski
Futuro de Netanyahu preocupa a quienes lo apoyan y a sus detractores.
imagen del contenido Escribe Esteban Valenti
Como la realidad no es abstracta, sino concreta, vuelvo a un lugar que pinta la situación de zonas enteras de la capital y el país.
imagen del contenido Escribe Pablo Mieres

El discurso del Presidente Vázquez

02.Mar.2017

La importancia de persuadir. Hace más de medio siglo, el politólogo estadounidense Richard Neustadt publicó un libro clásico "El poder presidencial y la moderna Presidencia",  donde analizaba la forma en cómo los mandatarios estadounidenses ejercen el poder.

Recordemos que Neustadt fue asesor de Truman, Kennedy y Johnson y tras su salida del gobierno escribió esa notable obra que sostiene la tesis de que "el poder presidencial reposa en la capacidad de persuasión". Un presidente es poderoso cuando logra convencer a sus interlocutores de que el gobierno va por el camino correcto. En EEUU eso significa convencer a los partidos en el congreso y a la opinión pública. El presidente que no logra persuadir y que intenta imponer sus políticas, es débil y tarde o temprano se topará con bloqueos políticos o institucionales. En Uruguay, podemos observar el problema desde la misma perspectiva.

El estado de situación. El actual gobierno, a diferencia de los anteriores, no cuenta con una orientación que pueda resumirse en una serie de ideas fuerza. Eso es un problema que se ve agravado por el hecho de que la economía ya no brinda recursos para financiar iniciativas innovadoras o para responder a demandas concretas de sus electorados cautivos. Las restricciones fiscales comprometen las promesas de campaña y provocan la decepción de buena parte de su base electoral. Además, algunos actores de gobierno (como la ministra Muñóz o el vicepresidente Sendic) se han transformado en factores de impopularidad que empeoran las cosas.

Desde comienzos de 2016, el presidente Vázquez intenta encauzar la situación a través de diferentes estrategias. Ha dialogado con los ex presidentes sobre el tema del petróleo, ha convocado a los líderes de la oposición para debatir la seguridad ciudadana, ha salido al mundo a buscar inversiones, y sobre todo, ha ensayado con mucho esmero un relato sobre el rumbo de su gobierno. Su discurso no se apoya en lo realizado en su actual administración, sino en todo lo hecho en los 12 años de gobierno del Frente Amplio. Por esa razón, muchas de las cifras que el presidente manejó en la cadena de televisión del 1° de marzo refieren a resultados alcanzado tras un largo proceso exitoso iniciado en 2003.

El interlocutor. El presidente Vázquez no le habló a la oposición, que clamaba desde las redes sociales por una autocrítica sincera. Tampoco se dirigió a la interna del partido de gobierno que se encuentra dividida en torno a muchos de los principales temas de la agenda. El discurso presidencial estuvo orientado a fortalecer el lazo afectivo y político con los votantes del Frente Amplio. A explicarles y recordarles todo lo bueno que se ha hecho.

Recordemos que la evaluación del gobierno, medida a través de los estudios de opinión pública, no es buena. Algo más de la tercera parte de los encuestados aprueba la gestión del presidente pero una proporción similar la desaprueba (la evolución muestra dos caídas dramáticas en los episodios del decreto de esencialidad en la enseñanza en agosto de 2015 y el anuncio del ajuste fiscal de mayo y junio de 2016). Entre los ciudadanos que desaprueban su gestión existe una proporción importante de ciudadanos que votaron al Frente Amplio en 2014 (aproximadamente un 20% de su electorado). Esos votantes son los desencantados

El discurso. En su largo relato de 40 minutos, Vázquez pareció decirle a los votantes frenteamplistas, "miren hay dificultades pero seguimos por el rumbo correcto, cumpliremos con nuestras promesas y arreglaremos lo que se ha hecho mal". Por esa razón, el énfasis en los datos económicos: crecimiento sostenido -aún en los peores momentos-, ejemplar distribución del ingreso, permanente aumento del salario real y las jubilaciones, etc. Además, dedicó buena parte de la oratoria para explicar los logros de políticas cuestionadas por la oposición. Habló de la salud, fue autocrítico con la educación y reivindicó los resultados de la política de seguridad. Prometió también encarar la rendición de cuentas como una herramienta para desarrollar algunas de las promesas de campaña y empujar algunas medidas como la reforma de la caja militar o la aprobación del proyecto de ley sobre el feminicidio.

Cuando el discurso culmina surge naturalmente la pregunta del millón: ¿alcanza ese relato para persuadir a los votantes del Frente Amplio?, ¿alcanza para recuperar a los votantes desencantados?

Repercusiones: A la oposición el discurso de Vázquez le cayó mal. Creen que el presidente desbordó cinismo o en todo caso brindó una prueba fehaciente de que vive en un mundo paralelo (circuló en las redes un meme del presidente con lentes de realidad virtual). Para los dirigentes opositores el país está realmente mal. Con matices, todos coinciden en que la educación, la salud y la seguridad son políticas en estado crítico. Piensan que las empresas públicas están en manos de amateurs, que los problemas del país son más graves de lo que el gobierno reconoce y piensan que las instituciones democráticas se han vuelto ineficientes para controlar a gobernantes ineptos e inescrupulosos. Los más radicales creen que el país ha comenzado a rodar por un despeñadero. O sea, no aguantan más al Frente Amplio gobernando.

Parece ser que así como para el presidente la situación parece estar un poco mejor de lo que muestra la realidad, a la oposición le sucede lo contrario: todo parece ser un poco peor de lo que realmente es. Por esa razón, vale la pena formularle a los opositores la misma pregunta que al presidente: ¿alcanza su relato para persuadir a los votantes frustrados del gobierno? Las encuestas muestran que por ahora eso no alcanza, que los desencantados no consideran seriamente sus argumentos ni perciben en sus líderes suficiente autoridad moral como para entusiasmarlos o convencerlos.

Volviendo a Neustadt. Los críticos del politólogo estadounidense afirman que ningún presidente de los Estados Unidos ha cambiado las cosas con discursos floridos y bien argumentados. Afirman que la política es realmente dura y que la suerte del presidente depende más de la correlación de fuerzas en el congreso que de sus dotes oratorios. Se pueden ganar elecciones con poesía pero se debe gobernar con prosa, repiten. Lo que sí le conceden a Neustadt es que los discursos bien argumentados normalmente contribuyen a reforzar los apoyos del presidente y a bloquear el avance de las opiniones contrarias.

Pensando en el caso uruguayo, podríamos suponer que pese a que el esfuerzo de Vázquez no sea tan bueno para recuperar votantes desencantados, al menos consigue evitar que se pasen en masa al bando contrario. Las encuestas divulgadas durante el último año confirmarían que ese fenómeno efectivamente ocurre. Desde luego, habrá quienes digan que ese no es un mérito de Vázquez sino un defecto muy grave de los líderes opositores. Y tal vez tengan razón o en todo caso, sea parte de la misma verdad (la otra cara de la moneda).

Por tanto, cuando Vázquez ratifica el rumbo en su discurso, lo que en verdad está haciendo es reforzar el muro invisible que separa al electorado potencial del gobierno de los cantos de sirena de los líderes de la oposición. Si esto es así, debemos reconocer que su esfuerzo vale la pena porque en cierto modo detiene la sangría. No obstante, es probable que para que la suerte del gobierno cambie , se requiera en el futuro algo más que discursos bien intencionados. Es probable que falten realizaciones; resultados concretos que permitan a sus votantes sentirse satisfechos y llegar a la conclusión de que valió la pena votarlos. Si eso no sucede, no habrá muro invisible que detenga la corrida.