Nuevas caras y viejos contendidos -ya condenados al fracaso por su propia historia-, incapaces de transformar la sociedad en un sentido verdaderamente “positivo” a favor de las mayorías de la población, respetando obviamente las expresiones diversas que en ella conviven.
Hoy, la política se viste de nuevas “caras y caretas”, parafraseando este viejo concepto lingüístico, usado en innumerables situaciones.
Sin embargo, este disfraz cargado de luces y lentejuelas (en la enorme mayoría de las veces, ajenas), luego de descorrer su velo, nos remiten, a la misma y vieja conclusión: aunque “la mona se vista de seda, mona se queda”.
Es común ver hoy a los representantes de los sectores neoconservadores, tratar de parecerse a lo que no son, ni serán nunca, ni siquiera por designio divino.
Al defender, de una forma y de otra, intereses que no representan ni el futuro global de la humanidad, ni la novedad siempre tan esperada por los pueblos, de tener una mejor calidad de vida, que esté, socialmente referenciada y que no tenga al consumismo sin control, entre sus ejes vitales.
Es por eso que tratan incansablemente, de evitar hablar del pasado reciente que los condena, inexorablemente al fracaso y a la demostración de su falta de creatividad ciudadana para solucionar los problemas reales de la gente, intentando crear una sociedad basada en la impronta del ejercicio del poder
establecido, -en donde yo mando y tú obedeces- más que en la hermosa aventura humana, de animarse a transformar la vida de las personas en un sentido de “real positividad” y no convirtiendo esta idea de lo positivo, en un engaño publicitario, que donde rasques “una nadita” verás la cara de la soberbia más increíble, producto como ellos mismos nos dicen cada día de nuestras vidas: la necesidad imperiosa del “ejercer el poder”, como si de algo divino de tratará.
Una y otra vez, -como en las series televisivas al detener a un sospechoso-, se trata de usar todo lo que se diga o se haga (sea correcto o no) en contra de quien intenta en el accionar político, social y sindical, dar y garantizar, los mayores derechos posibles, a la correcta demanda insatisfecha de los trabajadores/as y de la población en general.
Una película repetida, que hoy es presentada -o se intenta- por la derecha de este país, como un nuevo filme, con nuevos actores, nuevas músicas, pero lamentablemente con el mismo y viejísimo guion, lo que conduce al lúcido espectador, a retirarse del cine en donde lo están proyectando, para ir en búsqueda nuevamente de más caras, pero sin caretas, más creativas y más comprometidas con el futuro y el bienestar del país, de la nación, y del mundo.