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Columnas de Daniel Chasquetti

Sobre el autor

Autor: Doctor en Ciencia Política.
Profesor del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

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Una tenaza sobre el gobierno

19.Ago.2015

La salida de José Mujica del gobierno provocó la ruptura de un acuerdo implícito entre el MPP y el FLS. Durante cinco años el entendimiento entre estos sectores brindó estabilidad y certeza al gobierno del Frente Amplio. Unos y otros se toleraron, discutieron y sobre todo, cooperaron para sacar adelante las iniciativas del Presidente. Esto fue muy claro en el Parlamento, donde el entendimiento entre ambos, determinaba la suerte de cada proyecto de ley. Es cierto que en muchas ocasiones, la relación se tensó generando conflictos que cobraron estado público (por ejemplo, cuando el presidente propuso el IASS contra la opinión de Astori o cuando Mujica alentó a su equipo económico en OPP a tener mayor protagonismo),  pero como me dijo una conocida senadora, "lo normal era que esos grupos se pelearan para la tribuna pero luego, en privado, se pusieran de acuerdo para impulsar determinadas decisiones". Esa convergencia restó visibilidad y protagonismo a sus aliados naturales, el PCU (del MPP) y el PS (del FLS), los cuales quedaron normalmente relegados ante el ritmo decisorio que imponían los pragmáticos aliados.

Con la llegada de Tabaré Vázquez al gobierno, el compromiso entre el MPP y el FLS culminó, generándose así un nuevo escenario, muy parecido al observado en el lustro anterior (2005-2010). De un lado, quedaban los moderados liderados por Vázquez y Astori, y del otro, los radicales y disconformes con Mujica a la cabeza. En ese cambio influyó decisivamente el nuevo Presidente, cuando a 48 horas de haber alcanzado la victoria designó un gabinete con clara predominancia de los sectores moderados, sin tomar en cuenta que la bancada parlamentaria del partido de gobierno está integrada por una mayoría abrumadora liderada por Mujica. Este es un problema de incongruencia y sobre ello me extendí en la columna pasada.

El segundo factor que influyó en la reconfiguración de un nuevo escenario interno del Frente Amplio, fue el resultado de las elecciones municipales del pasado mes de mayo. El MPP realizó en esa oportunidad una apuesta importante al intentar obtener 5 o 6 Intendencias. Sin embargo, el MPP consiguió sólo dos gobiernos, los de Canelones y Rocha, y sufrió una durísima derrota en la capital del país. El resultado de la elección departamental cerró un proceso donde la alianza moderada liderada por Vázquez acumulaba más poder del que el ala izquierda podía tolerar: controlaba la Presidencia de la República, el Consejo de Ministros, la política económica, la Intendencia Municipal de Montevideo y la Presidencia del Frente Amplio.

Ante esta situación comenzó a tejerse una estrategia con el objetivo de reequilibrar el escenario interno del gobierno y del Frente Amplio. Podríamos imaginar una estrategia parecida a una tenaza sobre el gobierno. Según el diccionario de la Real Academia Española, toda tenaza cuenta con brazos metálicos semicirculares y acabados en un filo, unidos por un eje que permite que sus puntas se unan o separen. El primer brazo de la tenaza estratégica lo constituye la bancada parlamentaria, capaz de frenar, modificar o sustituir los proyectos que envía el gobierno. Esto ya ha sucedido con algunas iniciativas (por ejemplo, el FONDES) y promete seguir ocurriendo durante todo el período. El segundo brazo de la tenaza lo conforma la estructura interna del Frente Amplio, controlada por el PCU y el MPP, y bajo cuya supervisión se procesó la renuncia de Mónica Xavier de la Presidencia partidaria. Desde ese ámbito se pretende alcanzar definiciones acerca de una serie de políticas polémicas del gobierno con el fin de condicionar y marcar rumbos alternativos (un ejemplo formidable de esta estrategia es lo que está sucediendo con el TISA).

A estos dos brazos estratégicos se suma un tercero configurado por el accionar del movimiento sindical, actor político controlado por dirigentes afines mayoritariamente a los sectores izquierdistas del Frente Amplio. Su formidable poder fue alimentado durante diez años por los propios gobiernos frenteamplista a través de leyes que favorecieron su organización (ley de fueros sindicales, ley de negociación colectiva, etc.) y políticas públicas que reportaron beneficios sustantivos para los trabajadores (desempleo moderado, aumento constante del salario real, etc.) y cuyo crédito ha sido reclamado permanentemente por la actual dirigencia sindical. Como el movimiento sindical es poderoso y cuenta con una extraordinaria capacidad de veto sobre cualquier reforma que el gobierno pretenda impulsar, sus decisiones también condicionan y constriñen el desempeño del gobierno.

Por tanto, la tenaza sobre el gobierno o pera con una bancada parlamentaria que opera como un guardián de los logros anteriores, una estructura partidaria dispuesta a recomendar rumbos y un movimiento sindical poniendo en jaque cualquier reforma de política pública que el gobierno pretenda impulsar. Quienes lean este análisis podrán imaginar -correctamente- que se avecinan tiempos difíciles para el gobierno de Tabaré Vázquez. Sin embargo, debemos recordar que toda tenaza puede unir o separar sus puntas según la voluntad de quien la manipule. Al respecto conviene recordar que no existe un único ejecutor, sino un colectivo de actores deseosos de ser tomados en cuenta. La lista comenzaría con Mujica, seguiría con Lorier y continuaría con Sendic y varios dirigentes sindicales. Si se piensa bien, ninguno de los nombrados está interesado en que las puntas de la tenaza se unan y el gobierno se sumerja en una crisis irresoluble. Su objetivo es más modesto y consisten en apretar para que el gobierno considere sus puntos de vista o para que ciertas políticas del gobierno de Mujica no sean revertidas.

Por tanto, es probable que en los próximos meses, y tal vez años, la interna del Frente Amplio y del gobierno se mueva al ritmo que los operadores de la tenaza deseen, a menos que Vázquez modifique su estrategia y consiga romper algunos de los supuestos básicos de este esquema. O que el FLS y el MPP consigan una aproximación parecida a la que observamos en el período anterior. Sin embargo, por el momento, nada de eso parece estar a la vista y el conflicto público entre moderados y radicales tenderá a ser un episodio recurrente.