Montevideo PortalColumnistas
Zoom Politikon

Zoom Politikon

Columnas de Daniel Chasquetti

Sobre el autor

Autor: Doctor en Ciencia Política.
Profesor del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

Más columnistas

imagen del contenido Escribe Gerardo Sotelo
Suponer que sacando las armas se pacifica el país es como suponer que prohibiendo las drogas se evita las adicciones
imagen del contenido Escribe Ana Jerozolimski
Futuro de Netanyahu preocupa a quienes lo apoyan y a sus detractores.
imagen del contenido Escribe Esteban Valenti
Como la realidad no es abstracta, sino concreta, vuelvo a un lugar que pinta la situación de zonas enteras de la capital y el país.
imagen del contenido Escribe Pablo Mieres

Los uruguayos y las elecciones en Argentina

23.Nov.2015

Los uruguayos insistimos en mirar la política argentina en términos izquierda-derecha, sin reparar que esos lentes no sirven para analizar lo que ocurre allende el Plata. En Argentina, existen otros clivajes más importantes que, en cada instancia electoral, terminan imponiéndose como ejes primordiales de competencia. En la elección de ayer, los ejes corrupción-transparencia, república-hegemonía, y peronismo-antiperonismo, parecieron ser más importantes que las típicas definiciones de izquierda y derecha.

Aún así, en Uruguay, durante los días previos, los militantes de izquierda, sobre todo jóvenes, hicieron campaña en las redes sociales a favor de Scioli, y en la noche del domingo, muchos dirigentes y simpatizantes de los partidos tradicionales expresaron, de igual modo, su convicción de que el triunfo de Macri suponía una derrota para el Frente Amplio. Si ambos grupos hubieran sido prudentes, podrían haber reparado que la mayoría del electorado argentino no votaba izquierdas o derechas sino que estaba cansado de la prepotencia, la corrupción y las prácticas hegemónicas del grupo gobernante.

Otro tanto ocurre con el tema Venezuela. Una parte de nuestra izquierda se siente sublimemente comprometida con el gobierno de Maduro, mientras que una parte de la derecha ha tomado como leitmotiv el combate contra él. Algunos lúcidos analistas de la política de ese país muestran que ni la izquierda está toda en el gobierno, ni la derecha es tan sana y pura, y que la escena política venezolana está plagada de matices y contradicciones.

Estos escenarios, diferentes al uruguayo y al de muchas democracias de occidente, enseñan que la política debe ser observada con parsimonia y responsabilidad. No es que la izquierda y la derecha hayan desaparecido, como muchos intentan hacernos creer, sino que esa tradicional díada convive con otros dilemas tan o más importantes. ¿Qué importa ser de izquierda o derecha cuando lo que está en riesgo es la libertad de opinión, el derecho de las minorías o las libertades civiles que una democracia debe garantizar?

En Uruguay, el eje izquierda-derecha no siempre fue predominante. Esto ocurrió con la aparición del Frente Amplio; en Brasil sucedió otro tanto cuando el PT de Lula se transformó en una opción real de gobierno. En nuestro país, este es un eje de competencia muy reciente y nada asegura que siga siendo el principal en el futuro. Recordemos que, históricamente, la política uruguaya estuvo dominada por otros ejes de competencia tan poderosos y persistentes como campo-ciudad, civilización-barbarie, tradición-principios, liberalismo-conservadurismo, reforma-antireforma, entre otros. Por esa razón, nuestros partidos tradicionales fueron durante décadas y décadas, partidos de tipo catch-all que albergaban grupos de diferentes raigambres ideológicas y filosóficas. Creer que todo puede observarse en términos izquierda-derecha suele ser un error anacrónico a la hora de interpretar la historia pero también al momento de analizar los sistemas políticos contemporáneos.

La inclinación que destaco afecta en mayor medida a la izquierda y es la que a mi juicio impide que el Frente Amplio censure con claridad a Cuba, la cual cuenta con un régimen político que priva de libertad a sus ciudadanos y que impide la competencia democrática. Es paradojal que esto ocurra con un partido cuyos militantes fueron perseguidos, encarcelados, torturados o desparecidos, y que sufrieron en carne propia la ausencia de esos derechos. Lo que debería ser una reacción de solidaridad epidérmica se adormece por el influjo de los lentes ideológicos. Sin embargo, no todo está perdido. Este mismo partido ha dado pruebas de fineza analítica en otras épocas. Por ejemplo, en los años más oscuros, supo distinguir muy bien cuál era el eje principal (dictadura-democracia) lo cual le permitió actuar sin prejuicios y construir alianzas estratégicas con todos aquellos que estuvieran comprometidos con la democracia, sin importar si fueran de izquierda, centro o derecha.

La ola progresista en América Latina de los años 2000, parece haber empobrecido la reflexión. El análisis comenzó a simplificarse haciendo primar la solidaridad ideológica sin reparar en que en otras latitudes pesan factores locales específicos que hacen la diferencia en la política cotidiana. Pienso que ya es hora que la izquierda uruguaya intente obsevar la realidad continental desde otra perspectiva, buscando encontrar los matices y las diferencias. Una correcta y fina lectura de lo acontecido en Argentina, de lo que está ocurriendo en estos momentos en Venezuela, Brasil o Chile, le ayudaría a reflexionar en forma autocrítica y a corregir muchos de los errores que parece estar cometiendo. Nunca sonó tan claro ni tan perfecto aquel viejo refrán castizo: "cuando veas las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo".