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Zoom Politikon

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Columnas de Daniel Chasquetti

Sobre el autor

Autor: Doctor en Ciencia Política.
Profesor del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

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Breve opinión sobre la elección del Frente Amplio

26.Jul.2016

Por ahora existe poca información para realizar un balance serio sobre la elección de autoridades del Frente Amplio. Sería importante conocer el resultado de la competencia por la presidencia, pues ello ofrecería información relevante para analizar qué preferencias sectoriales primaron entre los adherentes frentistas. También sería deseable conocer qué proporción de votos en blanco existió en las diferentes competencias, de modo de conocer qué grado de involucramiento tienen los votantes con la compleja y sofisticada organización partidaria.

El único dato disponible es el del nivel de participación. Las autoridades provisorias del Frente Amplio comunicaron el domingo que habían votado 92.000 ciudadanos, lo cual equivale al 4% del electorado nacional. Si consideramos la situación crítica que vive el partido de gobierno, no dudamos en calificar esta votación como excepcional. Algunos dirigentes reconocieron el mismo día de la elección que las expectativas partidarias oscilaban entre un piso de 50 mil votos y un techo de 100 mil. Al parecer, la votación estuvo en el máximo nivel esperado aunque nadie explicó en base a qué cálculos se establecieron dichos pronósticos.

En tiempos donde muchos analistas vaticinan con liviandad un triunfo de la oposición en 2019, el Frente Amplio ha dado pruebas de ser una fuerza política extremadamente enraizada en la sociedad uruguaya. Después de este domingo queda claro que quien quiera desalojarlo del gobierno, deberá realizar un esfuerzo superlativo. Debemos ser conscientes que el examen rendido por el Frente Amplio el domingo era extremadamente complejo. Además de escoger el peor momento climático de año para realizar una elección, el Frente Amplio debió enfrentar una coyuntura política claramente desfavorable: el gobierno impulsa un ajuste fiscal de las cuentas públicas, la economía se mantiene virtualmente estancada, la inflación escapó a los rangos metas de la autoridad monetaria, la popularidad del Presidente no termina de recuperarse, el Vicepresidente de la República enfrenta ataques sistemáticos de la oposición y la prensa sobre su responsabilidad en el caso Ancap, y algunos ministros cometen errores que enfurecen a una parte importante de la base electoral partidaria (Fernández Huidobro y María Julia Muñóz). Todo esto configura un escenario político poco propicio para ir a las urnas, pero... los militantes y adherentes no fallaron y fueron a votar. Es cierto que la votación es menor a la observada en anteriores convocatorias, pero resulta absurdo comparar este momento político con el de hace una década.

En la votación del domingo influyó sin dudas el hecho de que los cuatro candidatos presidenciales realizaron una campaaña electoral correcta y hasta interesante, pese a no contar con grandes recursos ni movilizar grandes aparatos partidarios. Los cuatro recorrieron el país, dialogaron con los militantes, intercambiaron opiniones sin agresiones, utilizaron las redes sociales con ingenio, e innovaron en las formas de comunicación política. Es cierto que los cuatro evitaron opinar sobre algunos temas espinosos y por ello han recibido algunas críticas que considero acertadas. Ninguno prometió iniciar un proceso de análisis y revisión de la estructura orgánica partidaria que distorsiona con tanta claridad la correlación de fuerzas que establece la elección nacional. Los cuatro se cuidaron a la hora de opinar sobre la relación con el gobierno y evitaron criticar el rumbo de algunas políticas públicas o el desempeño de algunos jerarcas que dan vergüenza ajena. Todos prometieron apoyarse en las mejores tradiciones de diálogo y negociación de la izquierda, apelando a frases e ideas del Gral. Seregni. Dentro de los límites que la propia coyuntura política les imponía, los cuatro candidatos hicieron el tipo de campaña política que era posible desarrollar.

La pregunta que sigue es obvia: ¿el buen desempeño del Frente Amplio en esta elección resolverá la crisis en la que está inmerso? La respuesta es no. La crisis obedece a otros factores cuyo análisis ha sido postergado sistemáticamente. Parece obvio que la organización institucional debe ser revisada y ajustada a la nueva realidad. Que un partido de un millón de votos no puede ser controlado por pequeños grupos que apenas superan los dos o tres puntos del electorado. Parece también razonable que el Frente Amplio debe iniciar una profunda discusión respecto a su desempeño en el gobierno. Salvo el libro de Mario Bergara (1) y algunos aportes a cuenta gotas de Constanza Moreira en sus columnas, no han existido esfuerzos intelectuales serios por entender cómo se ha gobernado, qué resultados se han alcanzado, cuánta distancia hay entre lo que se pretendía en 2004 y lo que efectivamente se logró, y cómo entender la influencia de un grupo relativamente numeroso de cuadros políticos que hoy vive del gobierno y cuyo accionar e intereses influyen decisivamente en los procesos de toma de decisiones partidarias.

De una forma u otra, estos temas deberán ser incluidos en la agenda del Frente Amplio con el fin de encontrar los caminos para iniciar los cambios. El recuerdo sobre la crisis del Partido Colorado, otrora victorioso e inexpugnable partido del Estado, pende sobre la cabeza de los dirigentes. Ellos saben que ser partido de gobierno incluye riesgos que deberán ser enfrentados si no se quiere correr la misma suerte.

 

Notas

(1) Bergara, Mario (2015). Las nuevas reglas del juego en Uruguay. Incentivos e instituciones en una década de reformas. Montevideo: Fin de Siglo, DECON, UdelaR.